ABANDONANDO LA PECERA


8 meses en una jaula de cristal, en una pecera inmensa surcando los cielos y humos de Barcelona, así como los humos de muchos peces que he tenido que sortear para no destriparlos, pisarlos, morderlos, freírlos y comérmelos. He dicho alguna vez que me encanta el sushi, en fin, que mi puesto como pescadora me obligaba a nadar y guardar la ropa así que no he podido por más que guardar las formas y comportarme como buena embajadora de buena voluntad con mis ya ex clientes. Pero como que el mundo es muy pequeño y hay mas mar que tierra, por el momento no voy a entrar en aguas pantanosas, y solo nadare por las agüitas cristalinas, por aquello que la tierra es redonda y siempre esta dando vueltas.

En la pecera había de todo, un microclima donde los peces mas variopintos se unían por puro interés a veces para jugar y a veces para darse unos bocaditos, era un cachito de mar con más nacionalidades que una noche de Eurovisión y Oti juntos. Podías encontrar desde peces asiáticos, caribeños, americanos, sudamericanos, europeos hasta los autóctonos en un mismo despacho coralino.

Bien, basta de poesía, y a la sartén con:

El pez bobo: es que no sabia ni cuando ni como debía ir y venir, que no sabia que como extra comunitario debía llevar consigo el pasaporte, menos samba y mas trabajar muchachito.
El pez lobo: el chulazo, el guapetón, el que solo va a cafeterías trendy o como se llamen, el que se llevaba a la pececita de turno a la cueva de Ali Baba.
El pez baboso: el italiano, mafioso, el que conseguía lo que quería si o si a base de babas.
El pez sarasa: el simpático, el eterno amigo, el agradable pero no follable, no por sus pantalones de pinzas sino porque no le van las pececitas pero si los rodaballos.
El pez drinking: este se distingue por su nariz roja…no diré más.
El pez eating: este se distingue porque le encantan los bollos y los krispies….tampoco diré mas.
La pececita de piernas largas y mente corta: y para rematar boca grande, así que tenía al personal de escamas calenturientas un poco locos, que no sabían si nadaban para arriba o para abajo. También había la pececita que sumando todo eso aumentaba la lista de aptitudes con su larga melena.
El pez liante: el que tiraba la piedra y escondía la aleta, el que clavaba las espinas por sumar puntos, más loco que un ludópata en Las Vegas.
El pez payaso: el amante de croissants ajenos, el que siempre esta en líos y todo el mundo se ríe de el, el que todo el mundo quiere en su coktail de gambas para que ponga la salsa.
El pez controller: el mas odiado, la anguila hijaputa del arrecife, la/el (no esta claro) que picaba hasta hacerte sangrar, el que metía la nariz en todos los saraos y ponía de mala leche a todo el mundo con sus descargas eléctricas. Antes de papeármelo me informare no vaya a ser toxico, el bicho.
Las pececitas go-go: era el coro de la anguila, las que movían el barro mientras el pez controller mordía y daba calambrazos. Y cuando nadaban por su cuenta una nos maltrataba con sus shows monologuistas, y la otra con su soberbia y su mirada por encima de la agalla.
La pececita Fina: que personaje, que adorable cuando le habías descubierto todas las espinas que escondía. Una pez con buena pinta pero jodido de tragar.
El Gran Tiburón rojo: o conocido también como cabezón rojo se reconoce por su pelambrera tirando a naranja y su numerosa prole que nada junto a su aleta dorsal. Sus dentelladas no son mortales porque como que no controla como debe controlar pues nunca acierta el tiro.
El Tiburón negro: el dueño de la pecera, escualo escuálido y de figura triste y cansada que ya no se come el mundo a bocados. No es peligroso, excepto cuando se le antoja una limusina.

Al pez travel y el pez informático no les voy a meter en la sartén porque no se lo merecen, solo espero que pasen un rato agradable leyendo esto, así que por el momento la familia de delfines la dejo libre porque eran los únicos que daban un aire fresco en la pecera asfixiante, tan brillante por fuera pero por dentro…

Joder, voy a dejar de ver el Canal de National Geographic por un tiempo…¡ uff !

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