BILBAO
6 Y 7 MAYO 2006
Mi amiga Marta y yo organizamos una escapadita de fin de semana a Bilbao, compramos billetes de Vueling, y concertamos reserva con el Barceló Hotel Nervion, muy céntrico justo delante la Ría, donde nos trataron de maravilla obsequiándonos con una gran habitación y una cesta de frutas.
Nos trae un autobús des del aeropuerto, y empezamos a situarnos según donde esta la Ría, que poco nos pensamos que la veremos mas de lo que deseamos, cruzando y descruzando sus puentes para ir y venir siempre al lado opuesto hacia donde queríamos ir, nunca fallaba, siempre estábamos en la ribera equivocada a nuestro destino. En fin, que nos resignamos a que nuestro radar de ubicación ese fin de semana esta estropeado, que la lluvia finita y cojonera no nos abandona y nos vamos al Guggenheim, que es nuestro principal objetivo en la visita.
El museo Guggenheim, esta dedicado al arte contemporáneo, y se trata de uno de los numerosos museos pertenecientes a la Fundación Solomón R. Guggenheim, y este fue abierto en 1997 para revitalizar la zona. La entrada general cuesta 12.50 euros y te permite junto con un audífono que te va dando las explicaciones en diferentes idiomas, recorrer todo el museo, ya sean las estancias con obras permanentes, así como las exposiciones temporales, y además explicaciones sobre la construcción del museo en si. Y es que el Museo costo mucho dinero, sudores y criticas, pero a dado ya muchos beneficios, porque es una joya arquitectónica de aleación de cinc y titanio, diseñado por el gabinete de arquitectos de Frank Ghery. Y no te vayas sin hacerte una foto con el seto del exterior que asemeja a la figura de un perro, sencillamente encantador.
Una vez paseamos por todo Bilbao de arriba a bajo y de derecha a izquierda, sentándonos en los baretos de la plaza mayor para tomar nuestras tapitas, paseando por las calles mas comerciales y por toda la ribera de la ría, era hora de coger el tren e utilizar el trasbordador de Vizcaya para llegar a Santurce, donde nos dimos un paseo por toda la orilla con la falda arremangada, tal y como entona la famosa canción.
Y así paso el fin de semana, no sin antes montarnos en un bus que nos llevo al Estadio de San Mames, para después regresar en el tranvía hasta el centro.
Y así es un fin de semana en Bilbao, sin muchas pretensiones de fiesta, sin mucho atropello cultural, pero solo por visitar el museo y vivir el tapeo y el ritmo de vida del norte, ya vale la pena.
Mi amiga Marta y yo organizamos una escapadita de fin de semana a Bilbao, compramos billetes de Vueling, y concertamos reserva con el Barceló Hotel Nervion, muy céntrico justo delante la Ría, donde nos trataron de maravilla obsequiándonos con una gran habitación y una cesta de frutas.
Nos trae un autobús des del aeropuerto, y empezamos a situarnos según donde esta la Ría, que poco nos pensamos que la veremos mas de lo que deseamos, cruzando y descruzando sus puentes para ir y venir siempre al lado opuesto hacia donde queríamos ir, nunca fallaba, siempre estábamos en la ribera equivocada a nuestro destino. En fin, que nos resignamos a que nuestro radar de ubicación ese fin de semana esta estropeado, que la lluvia finita y cojonera no nos abandona y nos vamos al Guggenheim, que es nuestro principal objetivo en la visita.
El museo Guggenheim, esta dedicado al arte contemporáneo, y se trata de uno de los numerosos museos pertenecientes a la Fundación Solomón R. Guggenheim, y este fue abierto en 1997 para revitalizar la zona. La entrada general cuesta 12.50 euros y te permite junto con un audífono que te va dando las explicaciones en diferentes idiomas, recorrer todo el museo, ya sean las estancias con obras permanentes, así como las exposiciones temporales, y además explicaciones sobre la construcción del museo en si. Y es que el Museo costo mucho dinero, sudores y criticas, pero a dado ya muchos beneficios, porque es una joya arquitectónica de aleación de cinc y titanio, diseñado por el gabinete de arquitectos de Frank Ghery. Y no te vayas sin hacerte una foto con el seto del exterior que asemeja a la figura de un perro, sencillamente encantador.
Una vez paseamos por todo Bilbao de arriba a bajo y de derecha a izquierda, sentándonos en los baretos de la plaza mayor para tomar nuestras tapitas, paseando por las calles mas comerciales y por toda la ribera de la ría, era hora de coger el tren e utilizar el trasbordador de Vizcaya para llegar a Santurce, donde nos dimos un paseo por toda la orilla con la falda arremangada, tal y como entona la famosa canción.
Y así paso el fin de semana, no sin antes montarnos en un bus que nos llevo al Estadio de San Mames, para después regresar en el tranvía hasta el centro.
Y así es un fin de semana en Bilbao, sin muchas pretensiones de fiesta, sin mucho atropello cultural, pero solo por visitar el museo y vivir el tapeo y el ritmo de vida del norte, ya vale la pena.
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