HISTORIAS DEL TREN: NO ME TOQUES
Será que mi madre no se dejaba tocar la barriga cuando yo andaba dentro, será porque si, pero siempre he llevado muy mal que invadan mi espacio personal, ya sabéis, ese espacio invisible alrededor de nuestro cuerpo que percibimos como intimo y personal. Pues bien, unos de los personajes que intento con todas mis fuerzas rehuir en el transporte publico, son esos que no respetan ese espacio, y tengo que decir que la mayoría son hombres. Les da igual que te guste, moleste o no, ellos tienen que espatarrarse con una pierna en Paris y otra en Cuenca, con toda su huevera colgando, porque ellos son muy machitos. Y si pueden ponerse a leer un periódico con todas sus hojas abiertas e irte tocando el brazo con los papelazos, pues mucho mejor. Y mientras tanto, tu con su pierna sudorosa pegada a la tuya. Pues que queréis que os diga, ese calor corporal no deseado, me molesta, me da asco, me pone de mala leche y me exaspera. Algunos me dirán que soy demasiado fina, que me vaya en coche, que una de las grandezas de ir en transporte público es encontrarse a esos viejos cebolletas, y otros patéticos desviados deseosos de tocamientos bajo la confusión. Pues que paguen doble asiento y metan un huevo en cada uno, o que desahoguen su hinchamiento inguinal en otro sitio, porque a la próxima seré yo quien me preste a ayudarles con un buen puntapié en salva sea sus partes, saltándome el protocolario espacio personal.
Comentarios
Que bueno volverte a leer...